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23 d’agost del 2008

Locos por un pitillo

Comprar tabaco por la noche se ha convertido en una misión imposible para los habitantes de Caldetes

Hasta diez veces en dos horas, esta pregunta se repite en todas sus versiones, y los establecimientos que permanecen abiertos al caer el sol, no saben como quitársela de encima

ELENA VIU
CALDES D’ESTRAC - Aunque el Gobierno sigue poniendo trabas a la venta de tabaco, el vicio permanece, y en la pequeña localidad de Caldes d’Estrac, el mono salta a la vista. A pesar de que este pueblo sí tiene estanco, y agrupa varios establecimientos que suelen tener máquinas, a partir de media noche es prácticamente imposible adquirir un solo paquete: los bares y restaurantes cierran, y los chiringuitos no disponen de este servicio. “Resulta muy caro mantener la licencia para vender tabaco, es un servicio y por ahora no nos sale a cuenta”, explica el propietario de uno, “además debes controlar que los menores no compren”.
Las consecuencias de esta falta de existencias tabacales causan furor y enfado en los habitantes, que irritados preguntan local tras local dónde o cómo conseguir provisiones para pasar la noche. “Vienen cada cinco minutos a preguntar si vendemos tabaco, o si sabemos dónde pueden encontrarlo”, asegura la camarera de uno de los chiringuitos, que hasta las 3 de la mañana, debe aguantar la desesperación de los fumadores, “pero aún sabiendo que no hay, la gente sigue preguntando, por si acaso”. “Este es un pueblo antitabaco”, bromea el dueño del Bar Marcel·lí. Pero ante el no, los clientes refunfuñan, y continúan en su empeño.
“La alternativa es el Hotel Colón, pero solo quieren vendérselo a sus clientes”, comenta un veraneante. Desde el Hotel han querido remarcar su necesidad dar servicio exclusivo a clientes del bar, para no quedarse sin existencias, ya que la máquina que allí se puede encontrar es de pequeñas dimensiones. “Hay un problema de falta de máquinas de tabaco en el pueblo, y todo el mundo viene aquí, pero no tenemos capacidad suficiente para abastecerlos a todos”. “Yo se lo pido a los mismos huéspedes, porque a mi me dicen que la máquina está estropeada”, asegura un joven, “y ese de ahí dice que está alojado en la 114 durante todo el verano y, a veces, cuela”, añade señalando a su amigo. Lo mismo ocurre en otro chiringuito, que esconde máquina de tabaco para evitar demandas en masa.
Otros comercios se han visto obligados a retirar sus máquinas por causas varias, como la misma estación de Renfe –que ha prohibido fumar en los andenes-, u otros comercios que ya no pueden vender tabaco por ley. Las salidas se reducen al desplazamiento hacia otras poblaciones cercanas, o bien, a intentarlo en el local de alterne de Sant Vicenç de Montalt, Los Caprichos, cosa que la mayoría rehúye. “Yo nunca he visto a una chica entrar allí dentro”, explica un fumador, “y no me extraña, porque cuando entras se te tiran todas encima pensando que buscas otras cosas”.
Contamos uno, dos y hasta tres paquetes los que esconde una clienta: “Los compro a última hora de la tarde, para no quedarme sin por la noche, porqué, quién no tiene, gorronea”. Los cigarrillos se han tornado en un bien muy preciado para los habitantes y veraneantes de la zona. “Me han llegado a ofrecer 10€ por cinco cigarros”, cuenta un cliente. “Yo vendí ayer dos por 4€”, explica otro con orgullo. “La discriminación ha pasado de un extremo a otro”, manifiesta uno de los afectados, “antes perjudicábamos a los pasivos, ¡pero ahora parecemos drogadictos en busca del chute de nicotina!”.

Ho trobaràs a LA VANGUARDIA, Vivir, 23 d'agost de 2008

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