D'alguna pel·lícula que ara no ve al cas hauré heretat l'afirmació que remet a un mateix a expressar una idea a través de les paraules d'algú que ja ho ha fet amb antel·lació. Feia dies que pensava en construir jocs de paraules per desmuntar l'estratègia, deixeu-m'ho dir, oportunista, que l'encara President de la Generalitat, José Montilla, presenta per "solventar" l’atur juvenil. El paradigma lèxic dels Ni-ni que emmarquen uns pocs i exclouen uns altres que podrien i haurien de beneficiar-se també d’aquestes prestacions socials. I és que no entenc de què servirà intentar formar gratuïtament als qui no tenen estudis, si els qui en tenen tampoc troben feina. No seria més lògic aplicar aquestes ajudes de manera generalitzada a la creació de llocs de treball?
En definitiva, que continuo a l’espera del disseny del paraigües perfecte. Però com bé diu l’expressió castellana “Para muestra, un botón”, us remeto a l’article que s’ha avançat a les meves intencions reflexives. I amb el permís de Pilar Rahola, l'imprimeixo també a continuació:
Los otros ni-ni
¡Qué manía de repartir el dinero público como si fueran caramelitos, para arañar cuatro votos!
Me interesa muy poco el debate sobre "el electoralismo" de la medida. Evidentemente que es electoralista tomar una decisión económica que afecta a un colectivo muy definido y hacerlo a un mes de las elecciones. Primero, porque deja la patata caliente al gobierno que vendrá, a sabiendas de que las telarañas que encontrará en las arcas públicas caparán cualquier otra iniciativa que quiera adoptar. Y segundo, porque obliga a mantener una política de subvención que forzosamente tendrá que comerse el nuevo gobierno. Esto no se hace, aunque sea cierto que lo hagan todos, cuando las prisas electoras les aprietan el trasero. ¡Qué manía de jugar con el dinero público como si fuera parte del propio dispendio electoral! ¡Y qué manía de repartir el dinero público como si fueran caramelitos, para arañar cuatro votos!
Pero más allá de este debate recurrente y aburrido, la medida me parece bochornosa, y no sólo porque abunda en la nefasta cultura de la subvención. Me lo parece porque, puestos a preocuparse por los ni-ni, y, peor aún, puestos a considerar que hay que darles pescadito barato en lugar de la caña de pescar, ¿por qué no preocuparse por los otros ni-ni, mucho más ni nada que los jovencitos que ni estudian, ni trabajan, ni vaya usted a saber si todos lo han querido alguna vez? Perdonen, pero en esta crisis profunda que está comportando tanto dolor en tantos miles de hogares, el ni-ni es algo que se ve todos los días.
Por ejemplo, está la generación ni-ni de los padres de familia de más de 45 años en el paro que ni pueden pagar la hipoteca, ni consiguen que nadie les dé ya un trabajo. Están las famosas viudas, quizás la generación ni-ni más pobre de todas, que ni consiguen que nadie les pague lo que sería de justicia, ni consiguen llevar dignamente la vida que merecen. Ni tienen dinero, ni tienen esperanzas. Y si hablamos de jóvenes, están los ni-ni que estudiaron duramente, asumieron su responsabilidad, y ahora ni tienen un trabajo para el que se prepararon, ni consiguen emanciparse. Están los ni-ni que un día decidieron poner su patrimonio y su esfuerzo al servicio de nuevas iniciativas empresariales, y ahora ni les pagan ni nadie les escucha, ni saben cuál será su futuro. Están los ni-ni de siempre, los que tienen un trabajo o son autónomos, pero están tan cosidos a impuestos –al fin y al cabo, son los que financian las ingeniosas ideas políticas–, que ni dejan de trabajar como enanos, ni les cunde demasiado. Todos necesitan dinero urgentemente, aunque no sean un bocado electoral tan simpático como estos jóvenes ni-ni que, quizás, por ser ni-ni, ni votan. Deplorable que se juegue así con el dinero público.
Deplorable el torpe populismo que esconde. Y deplorable la poca originalidad de meter mano en la caja pública cuando no hay ideas en el saco de las propuestas. Deplorable y triste.
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